viernes, 10 de abril de 2009

PRUEBAS DE LA EVOLUCION ( VIII )




Las teorías evolucionistas, si hacemos un poco de historia, podemos decir que empezaron como indicaciones en el tiempo de los griegos aunque hay que llegar al siglo XIX para que tomen forma. El cambio sobre la visión que el hombre tenía del mundo, de la naturaleza viviente y de sí mismo se inició en el siglo XVIII. Desde la época de Platón el punto de vista dominante había sido lo que el filósofo europeo Karl Popper denominó "esencialismo"; según dicha teoría el mundo estaría integrado por un número limitado de esencias invariantes, de las que las manifestaciones variables del mundo visible serían meros reflejos incompletos e imprecisos. Desde este punto de vista sólo podría producirse un auténtico cambio a través del origen de una nueva esencia, ya fuera por creación o mediante un salto espontáneo (mutación). En 1749 el conde Buffon, naturalista francés, fue el primero en emprender el cálculo de la edad de la tierra estimando que tendría, por lo menos, 70.000 años aunque sugería que podría llegar a los 500.000 mil. El filósofo Enmanuel Kant, de quien ya hemos hablado, habla en su "Cosmogonia" publicada en 1775 de que puede tener millones de años; tanto Kant como Buffón concebían un universo físico que había evolucionado. Por eso, para ellos, la evolución implicaba un cambio con continuidad, normalmente con un componente direccional.



En 1808, Lamarck va a formular su teoría que tendría poco éxito, éxito que si lo iban a conocer Darwin y Wallace. A lo largo del tiempo se van a suceder diferentes teorías; unas son darwinistas; otras serán las llamadas finalistas. El principal interés de Lamarck lo constituía la evolución en su dimensión temporal: la evolución vertical, por decirlo de algún modo. Darwin, por el contrario, estuvo inicialmente intrigado por el problema del origen de la diversidad, y más espcíficamente por el origen de la especie a través de la diversificación en una dimensión geográfica, esto es, por la evolución horizontal.



Todas las teorías de la evolución tienen siempre un fondo filosófico; todas tratan de explicar el fenómeno evolutivo por medio de ciertas causas que actúan dando lugar a mecanismos concretos; en las causas es donde se va a centrar el problema de la evolución.


CAUSAS: A) INTRINSECAS B) EXTRINSECAS


INTRINSECAS: 1) Materiales 2) Formales

EXTRINSECAS: 1) Finales 2) Eficientes

Eficientes: a) Principales b) Instrumentales......1) Internas; 2) Externas



En la evolución, las intrínsecas no tiene sentido. Si nos vamos a las extrínsecas, se nos plantea un primer problema: ¿existen las causas finales o no existen?; bien, la finalidad puede ser funcional o puede ser direccional, Si nos fijamos en la primera, según unos autores, existe; según otros, no. Para algunos autores, el órgano está hecho para la función y otros opinan que la función está hecha por el órgano. Si adoptamos un punto de vista materialista, la finalidad funcional no existe en absoluto; si lo adoptamos no materialista, este sería el meollo del asunto. Para el finalista, la única finalidad de toda la evolución es conocer al hombre y lo que venga después.



Todas las culturas, desde las más primitivas, han colocado al hombre como el rey de la creación; es como un grito de orgullo que se encuentra en el fundamento de las mismas. Así, por ejemplo, lo vemos en el Génesis. Es modelado del barro de la Tierra, ocupa el centro del jardín del Paraíso; las plantas y los animales estan a su servicio; el conjunto de astros gira alrededor de él, que es el centro del Universo. Freud, postulaba que el desarrollo de la ciencia había infligido tres heridas a esta ingenua autosatisfacción narcisista. La primera por obra de Copérnico: la Tierra gira alrededor del Sol y no es más que un pequeño cuerpo sideral pedido entre la inmensidad de las galaxias. La segunda por obra de Darwin: el hombre desciende de los simios y a pesar de su inteligencia no es sino un animal entre los animales. La tercera y ya más reciente, cuando el psicoanálisis demostró que la conciencia racional se asienta sobre una inmensa base de impulsos, deseos y representaciones inconscientes.



(*) En el grabado de arriba: nuestros antepasados más inmediatos: el Australopithecus, el Homo Erectus y el Hombre de Neanderthal.

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