No hay duda alguna de que es posible encontrar zonas y lugares sobre la superficie terrestre en las cuales la luz del sol no penetra o lo hace muy debilmente; hablaríamos, por ejemplo, del suelo de los bosques espesos, bajo las piedras y rocas, entre el lodo y el musgo, bajo la hojarasca, y tantos otros más. Pero la zona típica de las sombras y tinieblas es el interior de la corteza terrestre, sus grandes regiones como las cuevas, grutas, galerías y el propio subsuelo con la gran variedad de sus pequeñas cavidades, grietas y poros.
Las oscilaciones diarias y anuales a las que estan sometidas las zonas epigeas, aquí no se notan o estan muy atemperadas. La temperatura constante y por lo general baja, el regular nivel alto de la humedad, la escasez de medios de alimentación y la carencia total de luz, representan el ecosistema de estas zonas de vida más o menos aislada. Los seres animales cuya existencia se adpta y se habitúa a las condiciones de estos lugares subterráneos en el seno de la tierra, no pueden abandonar jamás dichas zonas y viven totalmente adscritos a las condiciones de su ambiente.
En estos lugares faltan, necesariamente, las plantas verdes cuya actividad asimilatoria precisa, sin remedio, de la luz; en el mejor y más favorable de los casos, crecen hongos en los excrementos animales de las cuevas, como es el caso del guano de los murciélagos, o en la madera más joven de las galerías. Pero cuando existe ya una ínfima cantidad de luz, aparecen vegetales que no son menos interesantes que el mundo animal ciego de las profundidades tenebrosas. En las fisuras de las paredes se puede enraizar el musgo, no suele ser raro que el suelo y las paredes de las cuevas se cubran por una masa de algas verde azuladas, resplandecientes, o por un tapiz musgoso muy rico en variedades.
Este hecho demuestra, de alguna manera, que la constitución de la materia orgánica tiene lugar también, aunque en una medida muy pequeña en el interior de las cuevas en zonas muy próximas a la entrada. Pero cuando esto sucede en zonas más profundas de la cavidad, entonces, nos encontramos ante un problema de contaminación. Y uso esta expresión porque la luz, que es un agente ajeno al interior de la cueva, no es otra cosa que una fuente de contaminación en el interior de las cavidades; por eso, en aquellas cuevas que se abren a las visitas turísticas, el uso de las fuentes de iluminación de una manera abusiva puede poner en serio peligro el ecosistema de la misma. Algo que, desgraciadamente, está pasando en cavidades que estan o han estado abiertas al turismo de una manera poco controlada.
(*)En la foto de arriba tomada en 1985 en la Cueva de Nerja por mí, podemos ver cómo las algas estan colonizando la colada de una pared en la Sala del Ballet; el exceso de luz que por entonces tenía la cueva era la causa directa del problema. Estas algas fueron estudiadas por el departamento de Botánica de la Facultad de Ciencias de Málaga, resultando ser algas verdes-azules.
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